Me gustaba mi vida. Es cierto que algunas cosas podrían
cambiar pero ya me he acostumbrado.
Iba con mi grupo de amigas a todos lados. Hablábamos sobre
algunos cotilleos, los chicos que eran más guapos y con quienes saldríamos etc.
La gente nos miraba y algunos nos envidiaban, bueno, en realidad envidiaban a
mis amigas las súper-modelo que salen con los chicos más monos de nuestra edad.
Yo no es que fuera tímida ya que era muy sociable, es que simplemente no me
consideraba guapa como el resto de mis amigas y eso mis amigan siempre me
decían que era mentira pero yo me negaba a creerlo.
A veces pensaba que podríamos hacer que las otras personas
vieran que fuéramos más que caras bonitas, ellas mejor dicho, y esa fue una
razón de las que decidiera empezar a hacer deporte. El deporte que escogí fue
el tiro con arco.
No es que fuera mi favorito, he de reconocerlo, pero con el
me sentía mucho mejor. La gente podría decirme rara por no escoger el futbol,
deporte que jamás cogería por la simple razón de que no le veía sentido y que
yo lo consideraba un deporte para que jugaran los chicos, o ser animadora, cosa
que tenía miedo de dar un día una voltereta o algo y hacerme daño.
La gente siguió opinando, pero a mi empezó a darme igual y empecé
a distanciarme de algunas amigas. Seguía teniendo a algunas que eran las que
mejor me caían, así que no me preocupe. Ellas decían algo que era cierto, el
arco estaba comenzando a darme seguridad. Empecé a apreciarme a mi misma y con
el arco llegue lejos en poco tiempo. Pero no fue hasta que le conocí a él
cuando ya me di cuenta de lo acertado que había sido escoger este deporte.
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